Herman Hesse escribió una vez que “cuando se teme a alguien es porque a ese alguien le hemos concedido algún poder sobre nosotros”. Pues bien, yo siempre he temido los blogs, porque siempre me ha parecido que ejercen un gran poder sobre las personas que los escriben. Dejan al descubierto sus reflexiones, muchas veces muy íntimas, y se convierten en una especie de escaparate contra el que todo el mundo puede tirar piedras. Si a esto le añadimos la gran cantidad de blogs que pululan por la red, la presión por conseguir algo digno de interés es más que evidente.
Y en esas estoy, con la sensación de no tener ni idea de nada y de no tener, por tanto, derecho a aleccionar a nadie sobre nada. Por ello, mi intención en este blog no es hacer un sesudo análisis de la actualidad, aunque tampoco contar mi vida, porque eso sí que no le interesa a nadie, sino intentar contar esas pequeñas historias con las que me encuentro cada día y que creo que deben ver el mundo. Y qué mejor manera que hacerlo a través de un blog (y de mi carnet de prensa, por supuesto, porque sin él casi no me dejan salir ni de mi casa). En fin, he resistido mucho, pero al final caí.